· La directora general del INBA, Teresa Vicencio, encabezó el festejo de sus 70 años de vida.
· Destacó las más de cinco décadas de trabajo dedicadas a la danza mexicana.
· El derecho más importante del ser humano es la libertad, expresó el coreógrafo.
El miércoles pasado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bella Artes, se realizó la mesa redonda Contribución del maestro Rafael Zamarripa a la danza mexicana, con la cual el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) recordó el 70 aniversario del coreógrafo mexicano.
Presente en el acto, la directora general del INBA, Teresa Vicencio Álvarez, expresó: “Para el Instituto es un honor que el maestro nos haya permitido celebrar su cumpleaños y su gran labor dentro de la danza mexicana”.
En el evento, la funcionaria federal, acompañada de Nellie Happee, Viviana Basanta, Marco Antonio Silva, Cecilia Lugo, Juan Diego Gaitán y Carmen Bojórquez, aseguró: “Su labor da cuenta de su perfil de fundador de instituciones; prueba de ello es cuando echó a andar la Escuela de Danza en la Universidad de Guadalajara, y así impulso del ballet en aquella ciudad”.
Agregó: “El Instituto Nacional de Bellas Artes celebra, junto con la Universidad de Colima, setenta años de vida del maestro y más de cincuenta como incansable creador y promotor de la danza folclórica mexicana. Reconocemos el sentido de comunidad y la vocación de servicio que a lo largo de su vida ha caracterizado su trabajo”.
Consideró Vicencio Álvarez que “estamos frente a un ciudadano del mundo que se ha sabido nutrir de tantas cosas, pero sobretodo se ha nutrido de ellas para darlas a la comunidad, y mucho de lo que podemos agradecerle al maestro Zamarripa es su generosidad, el ejemplo que nos da como quien puede fortalecer las instituciones de nuestro país”.
La funcionaria federal subrayó que el esfuerzo del bailarín y coreógrafo lo ha hecho merecedor de diversos premios, entre ellos la Medalla Bellas Artes que se le entregó en 2002, el máximo galardón que el INBA otorga a los creadores de nuestro país, y destacó que su incursión en diversos terrenos del arte, como las artes plásticas, “ha contribuido a la internacionalización de las expresiones folclóricas de nuestro país”.
En su momento, el festejado expresó que aún tiene objetivos lejos de concluir. “Espero que esto no se interprete como una amenaza, ero cuando concluya mis objetivos espero tener la cordura para dejar la responsabilidad a mis compañeros que, por fortuna, me han superado”.
El maestro Zamarripa hizo un recorrido por los inicios de su carrera, primero estudiando artes plásticas y posteriormente en la danza. “Muchos reprobaron nuestras acciones; sin embargo, este hecho me obligó a buscar orientación y cobijo en las aves grandes. Así bajo sus indicaciones y chiqueos inició el verdadero hecho de aprender a volar como nosotros lo necesitábamos, sin imitar las maravillosas acrobacia que las maestras, las grandes águilas, realizaban con asombrosa destreza”.
Expresó que “el derecho más importante del ser humano es la libertad, y con este gran privilegio crecí y me he formado. Tuve la oportunidad de escoger mis propias actividades, mis estudios, mis maestros, mis amigos, mis distracciones”.
Por su parte, Nellie Happee leyó una carta que le escribió a Zamarripa en la que recordó una función de ballet, dirigido por él, en la Universidad de Colima, en el 2000. “Qué alegría me dio ver el espectáculo que conformaste, tan diverso y tan vivo”.
Añadió: “Precisión, frescura, bravura y entrega. Algo así sólo se logra con un trabajo de equipo, pero para que exista algo así se necesita a alguien que lo conforme, una cabeza que posea, además de conocimientos técnicos, la integridad de la entrega para que los demás estén dispuestos a seguirlo; él sabe inspirar, motivar, enseñar, por eso la actuación de sus jóvenes intérpretes nos emociona, nos hace vibrar, vivir”.
El coreógrafo de contemporáneo Marco Antonio Silva lo calificó como “un hombre del Renacimiento: lo mismo pinta que hace escultura, inventa una receta para compartir, diseña el vestuario, es multifacético, un caballero bailante y audaz, porque no es fácil hacer proyectos en el interior de la Republica, y además por crear una escuela y tener éxito”.
Viviana Basanta recordó por su parte el cariño y la admiración que su madre, Amalia Hernández, sintió por el festejado, “cariño y admiración que –dijo– seguramente me heredó, por la técnica creada por el coreógrafo como una gran aportación a la danza mexicana”.
Cecilia Lugo dedicó una carta a bailarín en la que se refirió al artista como un gran coreógrafo y promotor de la danza. “Su ejemplo es un paradigma para bailarines y coreógrafos; su trato para con ellos, su devoción por la danza, su habilidad para transformar lo que cae en sus manos; en sus manos todo es posible porque su obsesión lo lleva al límite de lo imposible”.
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