JOSÉ PABLO MONCAYO EN EL PALACIO DE BELLAS ARTES

Concierto Conmemorativo a los 100 años del natalicio de Moncayo.
Viernes 29 de junio en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes.
La violinista Noelia Gómez y el pianista Douglas Bringas, homenajean al autor de huapango Sala Manuel M. Ponce, 19:00 horas.
La Orquesta Sinfónica Nacional celebrará el centenario del natalicio del músico jalisciense José Pablo Moncayo (1912-1958) con un concierto extraordinario en el que se interpretarán las obras Amatzinac, Cumbres, Bosques, Sinfonieta y Huapango, bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto, con la participación solista de la flautista Julieta Cedillo, el viernes 29 de junio en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, a las 20:00 horas.
Este mismo día, la Coordinación Nacional de Música y Ópera ha organizado otro concierto en homenaje a Moncayo, a cargo de la violinista Noelia Gómez y el pianista Douglas Bringas. El programa está integrado por las obras: Homenaje a Carlos Chávez, Muros verdes, Tres piezas para piano y Sonata para viola y piano. La cita es a las 19:00 horas, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
José Pablo Moncayo fue el músico más notorio de su momento, entre otras cosas, debido a la enorme popularidad de su Huapango (1941) para orquesta. La fama de esta obra, que es la más difundida de toda la música mexicana de concierto, -considera el musicólogo Juan Arturo Brennan- ha ocasionado que el resto del catálogo de Moncayo haya permanecido, injustamente, en la oscuridad.
Después de estudiar composición con Carlos Chávez y Candelario Huízar, Moncayo formó parte de la Orquesta Sinfónica de México desde 1932 hasta 1947, como pianista y percusionista. En 1945 fue subdirector de la orquesta y un año más tarde fue nombrado su director artístico.
Durante sus estudios en  el Conservatorio Nacional, Moncayo conoció a otros tres compositores de orientación nacionalista: Blas Galindo, Salvador Contreras y Daniel Ayala. Con ellos, fundó el Grupo de los Cuatro, con la intención de dar a conocer al público sus obras.
Fue precisamente en el primer concierto público con obras del Grupo de los Cuatro (25 de noviembre de 1935) que José Pablo Moncayo presentó su obraAmatzinac, escrita originalmente para flauta y cuarteto de cuerdas, junto con una Sonatina para piano.
Amatzinac es una buena muestra de la vertiente descriptiva (podría decirse, incluso, paisajista) de la producción de Moncayo. Más aún: se trataría de una vertiente descriptiva específica, en el entendido de que obras suyas comoCumbres o Bosques se refieren de manera general y abstracta a ciertas ideas de paisaje.
Por otra parte, Cumbres es una obra diseñada en tres partes. La primera,Vivace, consta de dos temas, uno que enfatiza el ritmo y otro más apegado al desarrollo melódico. La segunda parte de la obra, Lento, también se basa en dos temas. Y la tercera, de dinámica viva, es una especie de recapitulación de los dos primeros temas.
 Asimismo, como es el caso de otras obras suyas, Bosques nos presenta a un Moncayo que transita con cierta facilidad por dos terrenos aparentemente inconexos: el nacionalismo muy mexicano, y un impresionismo de corte netamente europeo. Ésta fue la última obra orquestal escrita por Moncayo, y data del año de 1954. El estreno (sin la presencia del compositor) estuvo a cargo de Blas Galindo, al frente de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara.
El 13 de julio de 1945 se estrenó la Sinfonieta de Moncayo, obra que no dejó de causar cierta sorpresa entre el público y entre algunos músicos. Cuatro años antes se había estrenado el Huapango con un éxito rotundo e imperecedero, por lo que el público esperaba de la Sinfonieta otra colección de tonadas fáciles y pegajosas. En cambio, Moncayo propuso en esta obra un discurso musical menos folklórico y más universal. Mexicano, sí, pero no necesariamente mexicanista.
El programa en homenaje a José Pablo Moncayo concluirá con su célebreHuapango, la obra musical más notoria de México. Para esta espléndida obra orquestal, Moncayo elaboró y transformó los temas de tres huapangos alvaradeños, citados en una nota por el musicólogo Otto Mayer-Serra: El Siquisirí, El Balajú y El Gavilancito.
“Ante la posibilidad (también fascinante) de escuchar estos sones en sus versiones originales –señala Juan Arturo Brennan- uno puede darse cuenta de que Moncayo hizo mucho más que citar textualmente los huapangos. De hecho, su trabajo de elaboración es muy rico y variado, y el detalle más claro de su apego a la forma original del son jarocho está presente en la sección final de la obra, cuando la trompeta y el trombón dialogan retadoramente, cual si fueran dos copleros alvaradeños.
“La diferencia fundamental es que la trompeta y el trombón, en vez de intercambiar sutiles insultos  y otras cuestiones de doble y hasta triple sentido, intercambian brillantes frases musicales”, puntualiza Brennan.
© INBA

Deja un comentario