ARTE MODERNO CON RUBÉN HERRERA EN EL MUNAL

Rubén Herrera, artista local “de altos vuelos: marcó las pautas del arte moderno saltillense.
El entorno que rodeó al artista fue tanto mexicano como europeo.
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Bellas Artes, por medio del Museo Nacional de Arte, conjuntamente con elgobierno del Estado de Coahuila, presentan la exposición temporal Rubén Herrera. Trazos y Volumen, una muestra que tendrá lugar en las salas 31, 32 y 32ª del recinto, del 31 de agosto al 25 de septiembre; actividad que se enmarca dentro de las conmemoraciones del centenario de este emblemático edificio y del trigésimo aniversario del MUNAL.
Rubén Herrera Flores nace en Villa de Coss, Zacatecas, el 10 de marzo de 1888. Siendo un niño, los padres del artista decidieron trasladarse a la ciudad de Saltillo, junto con su esposa Salomé Flores. El traslado a la ciudad de Saltillo a tan temprana edad, hará que la considere como su ciudad natal; ahí residirá la mayor parte de su vida y se sentirá totalmente coahuilense.
Durante su primera etapa de vida se sucederán diversos acontecimientos que marcarán el curso de su vida, como el fallecimiento de su madre y su ingreso, en 1901, al Ateneo Fuente, donde cursa y termina los estudios de secundaria, al tiempo que es discípulo del maestro de dibujo Francisco Sánchez Uresti, personaje clave en su futuro.
Se ha dicho que Rubén Herrera fue un dibujante excepcional; sus numerosos apuntes y bocetos hechos en las calles de Roma dan muestra cabal de ello. Sin duda, las piezas hechas al vuelo con trazos rápidos que registran diferentes temas en lugares públicos, son muestra de su maestría plástica.
En diciembre de 1908, cuando apenas contaba con veinte años, se embarcó en una larga travesía cuyo destino final era la “Ciudad Eterna”, Roma, en Italia, cuna del arte y lugar en donde se atesoran las obras clásicas de grandes maestros. Esta oportunidad le fue posible gracias a la motivación del maestro Sánchez Uresti para solicitar al gobernador Miguel Cárdenas, una pensión para que pudiera ampliar sus conocimientos en las Academias más renombradas de ese país.
En Europa vio y apreció las cualidades de las vanguardias pictóricas, tanto en la técnica como en los temas el género más tradicional para su producción, el retrato. Los personajes de sus dibujos son en su mayoría anónimos (aunque existen excepciones, como los apuntes para retratos) –individuos que se cruzaron ocasionalmente ante la mirada del artista–: un anciano, un campesino, las vendedoras de castañas, las de flores y las de huevo; el mecánico; los músicos callejeros, la hilandera, el guardia.
Como dibujante captó múltiples fisonomías, animales, escenas, paisajes, detalles anatómicos o rincones de lugares. Esta experiencia lo hizo sensibilizarse en la composición y en la observación de las personas: captar semblantes diversos, estados anímicos y conectarlo con identidades, fue una habilidad que ganó con el esfuerzo de su práctica y por la técnica aprendida de Fabrés, su maestro en Roma.
Destaca el boceto de “Mujeres charlando”, un grupo de vecinas que se reúnen de manera improvisada en un rincón de la calle para intercambiar opiniones veloces y ansiosas que se reflejan en sus posturas corporales, en algo que se adivina atropello de palabras y miradas cómplices. Éstos dibujos parecieran tomados de fotografías; se podrían considerar casi instantáneas.
Herrera fue un pintor que a lo largo de toda su vida alcanzó fama y reconocimientos nacionales e internacionales tanto académicos como de la crítica y la sociedad de su época. Concursa en diversas exposiciones, entre ellas destacan: El Arte Mundial y Los Independientes celebradas en Roma, en 1911 y en 1912, respectivamente; en Venecia participa en 1917 como parte de la exposición de Artistas Independientes. En todas ellas, obteniendo numerosos reconocimientos.
El año de 1920 será de cambios en la vida de Rubén Herrera. El 25 de enero se casa con Dora Scaccioni. Ese mismo año el pintor saltillense recibe la invitación del presidente Venustiano Carranza para que regrese a México con el fin de desarrollar importantes proyectos. Herrera toma la decisión de retornar a su país natal, al lado de su esposa. Durante la travesía marítima se da a conocer la noticia del magnicidio de Carranza, hecho que provocará nuevos cambios. El Saltillo que encuentra Rubén Herrera, tras su estancia en Roma de 12 años, es diferente al que dejó cuando contaba con 20 años.
Creó la Academia de Pintura de Saltillo. Este proyecto estaba avalado por su sólida y reconocida trayectoria, así como por su intachable forma de vida; estos y otros factores hicieron que el gobernador del estado, el general Luis Gutiérrez, ayudara de forma decisiva a su creación. A Rubén Herrera lo señalaron como “el maestro de la policromía”, seguramente por sus pinturas de bodegones en los que constantemente eligió componentes de tonos muy vivos y contrastantes.
El maestro siempre estuvo convencido de que el dibujo al natural es esencial para el aprendizaje de los alumnos y contrata para ello modelos de tipo popular, en algunos casos con marcados rasgos indígenas; le gustan las caras grabadas por el paso de los años, con arrugas, cargadas de significados, con fuertes y sensibles expresiones. Es un pintor que puede estudiarse tanto como artista o como educador. En ambas facetas el academicismo clasicista será la base de su obra. Con todos los cambios que había experimentado tanto en su vida personal como profesional, a los que podemos agregar los de tipo político y social, nacionales e internacionales, vemos que Herrera se aferró a un lenguaje clásico, con el que se encontraba a sí mismo.
Rubén Herrera recibe en 1933, el ofrecimiento de un puesto acorde con su trayectoria, en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, hoy sede del Museo Nacional de Arte del INBA, trasladándose a la capital de la República, pero no por mucho tiempo ya que ese mismo año, el primero de octubre, muere en esta ciudad.
En reconocimiento a su vida, en 1940, sus restos mortales fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres de Saltillo. Para 1965, la Academia fundada por el artista reabrirá sus puertas como Escuela de Artes Plásticas Rubén Herrera y se rendirá homenaje a su trayectoria artística con una exposición retrospectiva celebrada en 1967 en el Palacio de Bellas Artes, de esta ciudad de México.
En 1970, la familia Herrera decidió abrir al público en su propia casa el Museo Rubén Herrera, para que todos los saltillenses y los foráneos puedan admirar la obra del maestro. La inauguración se llevó a cabo el 20 de febrero de 1971. Años más tarde, reconocimiento a su trayectoria, su valía y su importancia, la ciudad de Saltillo fundó El Nuevo Museo Rubén Herrera que abrió sus puertas en mayo de 2002.
Hoy a 124 años de su nacimiento, su obra sigue siendo poco conocida y para darlo a conocer a todo el público nacional, el Museo Nacional de Arte engalana algunas de sus salas expositivas con una cuidada selección de las obras del maestro Herrera como un merecido reconocimiento a su trayectoria artística.
© INBA

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